El pasado domingo acudí a la sala Cervantes de Zaragoza donde tienen programada Gran Torino. La sala Cervantes, es uno de los mejores cines de Zaragoza, un cine de siempre con una gran pantalla y cómodos asientos. Asistí a la proyección con recelo a pesar de las buenas críticas que acompañan a la película. En mi memoria aun está grabado la desagradable sensación que me transmitió la parte final de la película Millon Dollar Baby, del mismo director, la forma de rodar el dolor y sufrimiento del personaje protagonista, carecía del estilo, la elegancia, y el mínimo de gusto del que presume y se le adjudica al actor y director estadounidense. Y aunque Gran Torino en ciertos momentos vuelve a adolecer de los mismos defectos, no tan pronunciados, salí del cine con la sensación agradable que hace mucho tiempo no sentía.
Como he comentado quizás Gran Torino no resulte una película redonda, ciertos aspectos resultan poco creíbles (un octogenario mantiene en jaque a toda una banda de barrio) y en ocasiones toma el camino fácil al mostrarnos las intenciones y decisiones del personaje protagonista. Pero en cierto modo esta película me dejo buen sabor de boca al unirse a mí de una manera especial, al recuperar una forma de hacer cine y disfrutarlo, que me traslado a mi adolescencia, a la manera tan màgica con la que se vivía una visita a la sala de cine.
Gran Torino es una sencilla historia, que no amable, a la que se le perdonan sus lecciones morales, tan a gusto del cine americano, sin vueltas de tuerca ni sorpresas de último momento, sin efectos especiales ni grandes escenas de acción. Una película que se construye alrededor del personaje de Eastwood, para hablarnos de la vejez, de la soledad, de la familia, del remordimiento y de la redención. Eastwood se retira de la interpretación por la puerta grande con un personaje echo a su medida, donde con cierta ironía, se convierte en un retrogrado y cascarrabias anciano que ve corrompido su tradicional visión del sueño americano al sentir su país invadido por nuevas culturas, y que resuelve sus problemas escopeta en mano. En ocasiones es tan extremo el comportamiento del personaje que consigue la carcajada general. Aunque os recomiendo ver la película solo para comprobar cómo este odioso personaje se gana la simpatía del público. También cabe destacar el excelente trabajo de los hermanos de la doctrina Hmong que acompañan al anciano en una catarsis que acaba en un final apoteósico que pronto se unirá a la historia del cine. Nada más que añadir solo recomendaros de nuevo que no tardéis mucho en ver Gran Torino.