El sábado pasado a recomendación de mi profesora de teatro acudí al Teatro Principal de Zaragoza a presenciar la obra Ñaque o de piojos y actores escrita por José Sanchis Sinisterra en 1980.
Acudir al teatro siempre es una ocasión especial, el lugar, la expectación y sobre todo el misterio que recorre la delgada línea que separa el escenario del espectador. Una frontera que en ciertas ocasiones se vuelve traslucida, etérea y permite a los actores ver mas allá del escenario. Los espectadores en ese momento estupefactos observan temerosos como la barrera que les protegía cae y sin su consentimiento forman parte de la obra.
Y así ocurre en Ñaque o… donde dos actores de la legua perdidos en el limbo del espacio y tiempo recalan en nuestra época, o en cualquier época donde se represente la obra. Ñaque, dos actores nómadas de la interpretación que sobreviven viajando de pueblo en pueblo representando pequeñas comedias y retablos bíblicos, recurriendo al engaño y a la picaresca siempre que el hambre aprieta. Ante su desubicación temporal, y delante de unos espectadores desconocidos para ellos, tratan de hacer lo que mejor hacen, actuar, pero el desconcierto acude a ellos, interrogándose por la transcendencia de su profesión y sobre el papel del publico, pasivo y aburrido que se limita a ser un simple observador y que rara vez toma parte en la trama. Con nostalgia recuerdan sus peripecias por los pueblos de España, y nos hablan de las diferentes formas en que se asociaban los actores del siglo XVII (bululú, ñaque, gangarilla, cambaleo, garnacha, bojiganga, farándula y compañía).
La belleza pasajera de lo efímero que llena de magia el teatro se transforma para el actor en una levedad terrorífica cuando se corre el telón y finaliza la actuación. Así la obra que nos ocupa se llena de desencanto y melancolía al descubrir nuestros protagonistas la incapacidad de perpetuar su arte a pesar de estar condenados a repetirse. Somos testigos de la miseria de su profesión y de la decepción del amigo o compañero y solo se nos concede algún respiro por los momentos de humor que salpican la actuación.
Teatro dentro del teatro, Sinisterra consagrado autor de la dramaturgia española, homenajea a la profesión del actor, denostada durante tanto tiempo y reflexiona sobre el teatro (no hay que olvidar la labor pedagógica del autor). Pero sobre todo nos regala un gran texto, sin fisuras, que desde el principio y como el canto de una sirena te atrapa. Durante casi dos horas Sinisterra nos demuestra cómo sin grandes escenografías ni alharacas se puede aleccionar entretener y emocionar solo con la palabra.
Resaltar la gran interpretación de los dos actores protagonistas Juan Alberto López como Ríos y Yiyo Alonso como Solano. La obra está dirigida por el propio José Sanchis Sinisterra y por Carlos Martin.
Hace tiempo que no me emocionaba tanto con una obra de teatro.
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